jueves, 28 de julio de 2011

Dignidad II

Hoy domingo, al ir a misa, me he sentado junto a una familia con un hijo con síndrome de down. Me ha gustado la naturalidad con la que estaban en la celebración y la ternura que había entre ellos.
En el momento de dar la paz, me he dirigido a ellos y al dársela al chaval, me he dado cuenta de que, aunque me estaba dando la mano a mí, su mirada me sobrepasaba y se dirigía a algo a mi espalda. Intrigado, me he dado la vuelta y he visto que se dirigía a un grupo de chicas en el banco del otro lado de la iglesia. La escena ha despertado en mí simpatía y ternura.
Mi sorpresa ha sido cuando una de las chicas ha cruzado el pasillo, se ha dirigido a nosotros y le ha dado la mano al chico. Era evidente que se conocían de otras veces. La expresión de satisfacción y alegría del chaval eran indescriptibles. Para mí las hubiera querido. Se han despertado en mí sentimientos encontrados. Por un lado, una profunda felicidad y gratitud por haber sido testigo de un acontecimiento tan sencillo y a la vez tan profundo, lleno de actitudes y sentimientos ejemplares. Por otro lado, de profunda tristeza y pena, al no poder esquivar el pensamiento de que en la sociedad que estamos construyendo, quizás, dentro de unos años, ya no habrá sitio para estas personas con ¿discapacidades? Estamos redactando leyes que nos permiten decidir que no son dignas de nacer. Estamos poniendo coto a la ternura y a la posibilidad. Y no he podido evitar llorar muy bajito.

4 comentarios:

  1. Dios está entre nosotros y se manifiesta de diversas formas...ahí estaba presente haciéndote partícipe de esa escena llena de ternura para con este chico

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  2. Sí, tienes razón :-)
    Y me ayudó a abrir mi corazón a esa ternura .-)

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  3. Me he emocionado al leer tu experiencia. Este tipo de gente crea en mí sentimientos encontrados también, en gran parte porque no los comprendo, y el ser humano huye de lo que no comprende.

    Gracias.

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  4. Gracias a tí Joie,
    Yo me ayudo para entenderlos y acercarme a ellos en el hecho de que son los preferidos de Dios, amados por Dios hasta lo insondable e iguales (o mayores) en dignidad a mí a los ojos de Dios.
    Un abrazo fuerte
    Eduardo

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