Esta transparencia total implica que todo lo que hagamos, será sabido. Y esto a su vez implica, que no podremos tener secretos, y que tendremos que estar obligados a ser casi perfectos, porque cualquier desliz, cualquier fallo, se conocerá por el mundo.
Y el ser humano no está creado con esta perfección.
Nuestra finitud, nuestra imperfección, es consustancial a nosotros y no seríamos capaces de resistir este examinen total y constante.
A no ser, claro, que en este examen se incorporen la compasión, la acogida y el perdón...
Que por otro lado, es cómo mira y acoge Dios al hombre.
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